Abajo, el avión está repleto de aire, y es exactamente el aire, adjuntado con la agilidad, lo que impide que el avión caiga como una piedra; y para lograr tal agilidad es suficiente con bajar un tanto el morro del avión (como en una bajada).
Los hechos que se terminan de entender en USA son los próximos: Una aeronave Boeing 777 de United Airlines, que operaba el Vuelo 1722 de Hawái a San Francisco, despegó el pasado 18 de diciembre sin inconvenientes del campo de aviación de Kahului. 71 segundos tras el despegue, el avión cayó velozmente de 2200 pies a solo 775 sobre el nivel del mar (por el hecho de que el vuelo se dirigía hacia el mar). En metros, desde los prácticamente 671 metros de altitud hasta los 230 metros.
Un TFOA provocó el incidente del Concorde
Un TFOA grande puede machacar de manera perfecta a cualquier persona que caiga sobre él, pero aun las piezas mucho más pequeñas causan accidentes graves con varias víctimas.
Tal fue la situacion del desastre del Concorde, vuelo 4590 de Air France, que se incendió en el despegue el 25 de julio de 2000, estrellándose y muriendo las 109 personas dentro.
Pero, ¿de qué manera posiblemente la flotabilidad sea mayor que la gravedad?
Las alas con su perfil curvo son causantes de la sustentación activa. Gracias a la manera de las alas, el aire puede fluir mucho más veloz en la parte de arriba curva que en la parte de abajo recta. Por ende, hay una mayor succión sobre las alas y aquí es donde entra en juego la agilidad del avión. Cuanto mayor sea la agilidad (empuje), mucho más aire puede fluir. La succión incrementa y con ella la flotabilidad. El físico y matemático suizo Daniel Bernoulli descubrió este fenómeno en el siglo XVIII, popular como ley de Bernoulli.
Naturalmente, los motores juegan un papel esencial en el empuje pues dan la capacidad que se requiere para lograr grandes velocidades. En determinado punto, el avión puede vencer la gravedad, esto es, la sustentación es mayor que la gravedad y el avión puede despegar.
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